Salvador Maneu | Director de Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona y coordinador del ámbito social de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios
Salvador Maneu es director de Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona y coordinador del ámbito social de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. En España, en 2022, hemos atendido a más de 60.000 personas en exclusión social o en riesgo de estarlo, una cifra que aumentó después de la pandemia y que, a consecuencia de la inflación que vive actualmente el país, no ha dado tregua a muchas familias y colectivos vulnerables.
Hablamos con él de cómo abordamos la exclusión social y cuáles son los retos más importantes que afrontamos como entidad.
«La ‘curación social’ implica ofrecer oportunidades a las personas»
Últimamente, hablamos mucho del aumento de la pobreza institucionalizada.
Yo hablaría más de pobreza normalizada, de pobreza estructural. Hemos naturalizado unas cifras y diferentes realidades de pobreza. El ejemplo más claro es el de las personas que te encuentras en la calle, que es una pobreza muy obscena, que te interpela. Pero, más allá de esta, existen muchas pobrezas escondidas con las que convivimos en una absoluta normalidad. Y aunque las administraciones y entidades públicas hacen esfuerzos meritorios para combatirlas, son medidas claramente insuficientes y parciales, dotadas de presupuestos también insuficientes. Normalmente fundamentadas en dar respuesta a la emergencia social, en el corto plazo.
¿Cuáles son estas pobrezas invisibilizadas?
La realidad es cada vez más diversa y compleja. Por ejemplo, una familia monoparental con un hijo sin red familiar de apoyo probablemente solo podrá acceder a un trabajo parcial y con ello debe hacer frente al pago del alquiler y vivir. En las grandes ciudades, como Barcelona, esto es inalcanzable. El informe anual de la AMB “El salario de referencia metropolitano de Barcelona 2022”, sitúa en 1.453 euros el mínimo para poder cubrir las necesidades básicas.
Aumenta de forma preocupante el sinhogarismo familiar, sobre todo el de madres con niños a cargo, que viven de forma precaria en pensiones y hostales. Algo que me parece gravísimo, en tanto que constituye una transmisión generacional de la pobreza a romper. En el futuro, estos niños vulnerables de estas madres vulnerables no deberían ser ciudadanos adultos pobres. No los verás en la calle, pero técnicamente es una manifestación de sinhogarismo.
El número de mujeres cada vez es mayor. Aumenta también el de los jóvenes, menores de 29 años, que es un fenómeno relativamente nuevo, y el de personas mayores que superan los 60 años, porque la esperanza de vida se alarga y deben poder vivir con dignidad.
¿Cómo se llega a esta situación?
En todas las sociedades occidentales tendemos a individualizar la culpa, individualizamos la pobreza y lo atribuimos a una responsabilidad única y exclusiva de la persona. La pobreza suele ser provocada por una serie de factores personales, pero también de factores ambientales, del entorno, que a veces ayudan y a veces lo ponen difícil, y de factores estructurales, como el precio de la vivienda, un mercado laboral precario, la ley de extranjería…
La pobreza y la exclusión social responden a factores que conviven entre sí de forma simultánea. El sinhogarismo es la expresión de la exclusión más severa.
Si ahora estuviéramos en un centro residencial de inclusión como Creu de Molers o La Llavor y me preguntaras cuántas personas podrían salir hoy de este centro, yo te respondería que la mitad podrían ir directamente a vivir a una vivienda con un apoyo educativo y social de mayor o menor intensidad. Pero no es posible, porque el mercado de la vivienda social en España representa solo el 2% y la media europea está en el 15%. Estamos 13 puntos por debajo. Por tanto, existe un factor estructural que incide directamente en la calidad de vida de las personas.
¿Qué responsabilidad tenemos como sociedad?
El sinhogarismo, la pobreza o la exclusión social han sido siempre realidades incómodas presentes en todos los tiempos históricos, y me temo que lo seguirá siendo en el futuro, pero lo que es determinante como ciudadanos y como sociedad es nuestro umbral de aceptación de esta realidad, donde situamos el umbral de aceptación del sufrimiento ajeno.
Nunca deberíamos perder ese punto de incomodidad, de interpelación personal, de repetirnos que esto no es normal. Lo hemos normalizado, pero no es natural. Por tanto, esta corresponsabilidad debería ser siempre una exigencia.
“Nunca deberíamos perder ese punto de incomodidad, de interpelación personal, de repetirnos que esto no es normal”.
¿Y qué hacemos en San Juan de Dios para sentirnos interpelados?
En San Juan de Dios tenemos cinco valores, pero existe un metavalor, el de la hospitalidad, que le da peso a los otros cuatro y es el eje central de nuestra institución. La hospitalidad es un punto de encuentro de empresas, personas que desean hacer el bien, administraciones, colaboradores, voluntariado, profesionales, hermanos. Me gusta pensar que la hospitalidad es magnética, que es un imán. La institución, desde el área de Solidaridad, ofrece a las personas un imán y la gente se engancha y hace cosas para revertir la exclusión social. La hospitalidad engancha.
Un ejemplo es la Magic Line SJD, que ofrece experiencias de hospitalidad. Las movilizaciones son una herramienta para contagiar a la gente. Otra es visibilizar y apostar por los derechos. En este sentido, el 25 de enero de 2022 presentamos una proposición de ley de derechos en el Parlamento de Cataluña que quiere dar la vuelta al abordaje del sinhogarismo. Ha llevado mucho trabajo, pero es un ejercicio modélico de colaboración entre cinco entidades y un grupo de juristas encabezados por el catedrático Antoni Milian, que lo lidera después de una experiencia propia de hospitalidad con personas sin hogar durante más de diez años.
¿Por qué es importante esta ley para las personas sin hogar?
Claramente, la ley es un punto de inflexión, con medidas transitorias y urgentes para hacer frente al sinhogarismo y erradicarlo. La defensa de los derechos de las personas no puede desligarse del acompañamiento a las personas. Debemos luchar para que todo el mundo pueda disfrutar de una vida digna. Lo que estamos diciendo con ella es que las personas tienen derechos, derechos elementales, derecho a tener acceso a unos servicios de higiene básicos, derecho a hacer uso del espacio público mientras no tengan alternativa, derecho a un espacio residencial básico pero digno, derecho a morir dignamente y que puedan despedirse de ti…
Aporta también equidad territorial, que vivas donde vivas, te atiendan de la misma manera. Ahora mismo, si eres una persona sin hogar con una situación de máxima vulnerabilidad, sabes que si no vienes a Barcelona, nadie te atenderá en tu municipio con los mismos recursos. Otro punto fuerte de la ley es que espolea y anima a las administraciones públicas a que colaboren, que no compitan, que cooperen entre ellas y con el tercer sector.
“La defensa de los derechos de las personas no puede desligarse del acompañamiento”
¿Cuáles son los retos más importantes que afronta la Orden en materia de exclusión social?
Venimos de una historia de casi noventa años de coexistencia de tres provincias independientes en el territorio español. El principal reto de los próximos años es tener un modelo de acción social, una hoja de ruta. Definir un marco común que nos identifique como Provincia de España, pero que a la vez respete y potencie la singularidad territorial y cultural de cada centro. Es un reto hermoso. Nos equivocaríamos si hiciéramos una copia idéntica en las diferentes ciudades, grandes, medianas o pequeñas de España sin atender a la diversidad cultural y sin atender a la realidad de ese centro.
Por otra parte, somos una organización con presencia en varios países europeos. Tenemos, por tanto, la oportunidad, si la aprovechamos, de incidir en el diseño de políticas europeas sobre exclusión social que acabarán influyendo en las políticas nacionales, regionales y locales.
¿Qué nos hace diferentes a otras instituciones?
Más que distintos somos singulares. Somos una institución con una sólida trayectoria de quinientos años. No somos solo operadores de servicios públicos, sino que tenemos un propósito final: generar oportunidades para las personas. En muchas ocasiones asumimos un rol coordinador, aglutinador, que nos hace singulares. Gracias a la cultura del pacto, tenemos la capacidad de generar alianzas con terceros, con las administraciones públicas y otras instituciones sin y con ánimo de lucro o con empresas con las que tejemos alianzas y compartimos propósitos y valores. Además, el hecho de estar en la bisagra entre el ámbito social y el sanitario nos otorga grandes oportunidades que no deberíamos desaprovechar.
Debemos cuidar, debemos acompañar, pero también debemos crear oportunidades…
Sí, esta curación social implica ofrecer oportunidades a las personas. Al final, todos tenemos sueños, proyectos de vida, y los pobres también. Nuestra obligación, al menos, es intentarlo.
Por ejemplo, el acceso al trabajo sigue siendo la principal fuente de emancipación de la población en edad activa. El mercado laboral para las poblaciones vulnerables es muy duro y San Juan de Dios está dando pasos decididos en este sentido. Por un lado, estamos firmando acuerdos con empresas que hacen una clara apuesta por la diversidad en sus plantillas. Y, por otra, a través de la Fundación Benito Menni, estamos abriendo un nuevo camino en la institución, que acabará marcando tendencia en el conjunto de los centros SJD de España.
Hasta ahora era una entidad dedicada a promocionar dos centros especiales de trabajo (CET), pero ahora además se convertirá también en el partner especializado de otros centros de SJD en la formación profesionalizadora e inserción laboral de colectivos vulnerables.
Si no hay ningún contratiempo, en el transcurso del 2023, San Juan de Dios en la Provincia de España tendrá la primera empresa de inserción con sede en Cataluña y bajo el paraguas de la Fundación Benito Menni, con posibilidad de operar en todo el territorio español.
¿Qué has aprendido en estos seis años en San Juan de Dios?
La importancia de la obra colectiva. Somos administradores temporales de una obra colectiva que lleva quinientos años funcionando y que, si Dios quiere, tendrá continuidad después de nosotros. La discreción, humildad y generosidad de los hermanos son admirables. Esta lección de humildad hace que te desapropies de algo que nunca ha sido tuyo. La obra nos trasciende a todos.
¿Qué haces para desconectar?
Andar, andar, andar. Yo vivo en Girona y me gusta mucho ir a pasear por Les Gavarres, en el volcán Crosa de Sant Dalmai, o simplemente por la Devesa de Girona, en medio de la ciudad. El ritmo frenético diario me pide espacios y momentos de paz, de silencio, de reencuentro interior. Suelo ir solo, a veces con el perro.
¿Cómo imaginas que sería un mundo mejor?
Intento aplicarme, de forma muy modesta, la máxima de Gandhi que decía “Sé el cambio que tú quieres ver en el mundo”. Intento practicarlo y la solidaridad podría ser esto. Si todos hiciéramos esto, la humanidad daría un paso de gigante.
Esta entrevista forma parte de la Memoria Solidaridad SJD 2022.