Miembro del equipo de Relaciones con empresas de la Obra Social Sant Joan de Déu. Convencido de la implicación ciudadana para la construcción de una sociedad más justa inició su trayectoria en el mundo de la educación ambiental para pasar a participar activamente en el sector social desde entidades como la Associació Punt de Referència y el Orden Hospitalario San Juan de Dios.
Juanjo Ortega | Coordinador de la movilización solidaria Magic Line de la Obra Social San Juan de Dios
Una sociedad exitosa es aquella que es saludable y que tiende al equilibrio interno y externo, basado en la justicia social y la equidad. Y la solidaridad es uno de los valores que forjan la solidez de una comunidad. Una comunidad que necesita de tres patas para existir: las administraciones públicas, a quienes depositamos la responsabilidad de regular las interrelaciones y redistribuir recursos y oportunidades; la sociedad civil, conformada por grupos de personas que, voluntariamente y sin finalidad de lucro, buscan objetivos concretos del bien común y compensan las limitaciones de las administraciones públicas, además de corregir políticas que considera socialmente injustas o poco equitativas; y las empresas que estructuran la división del trabajo y generan riqueza.
Si hemos sufrido una crisis es porque, en parte, hemos sufrido un déficit de solidaridad. Las empresas han tenido mucho que decir y, sobretodo, tienen mucho que hacer en esta crisis. Hemos concebido que tenían por único objetivo el lucro de sus propietarios, pero hemos pasado por alto que su perdurabilidad dependerá de la capacidad que tengan de velar por la buena salud del mercado donde operan, el entorno social, y de esto trata la Responsabilidad Social Corporativa.
Henry Ford velaba por las buenas relaciones con sus trabajadores: “paga a tus trabajadores un salario que les permita comprar los coches que fabricas”. Eran los Estados Unidos de principios del siglo XX, ahora hay que dar un paso más y velar por la calidad de vida del resto de miembros de la comunidad.
Las empresas deberán asumir la solidaridad como un valor propio y necesario.
Las empresas que quieran perdurar en el tiempo con éxito, no tendrán bastante con ofrecer buenos productos o servicios y tener capacidad de adaptarse con agilidad a los cambios del mercado, también deberán asumir la solidaridad como un valor propio y necesario. No se trata solo de devolver parte de aquello que la empresa ha recibido de la sociedad, sino de participar en la construcción de comunidades sanas y fuertes en las que todos sus miembros disfruten de oportunidades similares.
Ofrecer recursos o financiación a las entidades no lucrativas, promover el voluntariado corporativo o apadrinar proyectos comunitarios son algunas de las iniciativas que tienen que formar parte de los planes estratégicos de las empresas.
Henry Ford también decía que “el fracaso es la oportunidad de empezar de nuevo, con más sabiduría”. La salida de una crisis es un buen momento para reflexionar. Las empresas tienen que decidir si quieren convertir el ecosistema en una selva o en un jardín. La alternativa es clara: la ley de la selva, basada principalmente en la depredación, la explotación, la exclusión mutua, el parasitismo (empresas que practican evasión o elusión fiscal mientras se benefician de las infraestructuras públicas) o la harmonía de un jardín, donde la competencia es compatible con la convivencia y la construcción de un conjunto equilibrado y perdurable.
En términos de sostenibilidad la opción es clara y pasa por establecer nuevos modelos de colaboración entre la sociedad civil y las empresas que complementen las limitaciones de las políticas públicas. Empresas y entidades como Sant Joan de Déu tenemos la misión de trabajar juntas para que todos y todas podamos disfrutar de un bonito jardín y nada vuelva a ser como antes.
Este artículo se publicó el 30 de junio de 2017 en Social.cat