La cadena de la solidaridad: de fabricar sábanas a confeccionar mascarillas

Cosint mascaretes per protegir-se de la Covid-19

«Somos una parte de la sociedad que en general pasamos por desapercibidos, pero ahora lo estamos dando todo», explica Santi Gabarro, gerente de la empresa Brins. Con la COVID-19 han pasado de hacer sábanas con tejidos de alta calidad a fabricar mascarillas. Ya llevan 14.000, y muchas las han dado a San Juan de Dios. Su historia es un ejemplo de cómo la solidaridad es una cadena, que se forma casi sin que nos demos cuenta cuando más lo necesitamos.

«Cuando vi que que faltaban mascarillas, pensé: tenemos goma, tejido y máquinas. No hacer nada sería absurdo». Santi Gabarro comenzó con su equipo de costureras a fabricar mascarillas hace unas cinco semanas. Cuando la mayoría de ellas se pusieron enfermas, una amiga se ofreció para ayudarle a seguir con la tarea. El día siguiente lo dijo a sus compañeras de su club de costura y ahora son 90 personas implicadas que desde su casa hacen que esto sea posible. «Fue muy bonito cuando vimos que de repente había más gente que se quería añadir. Poco a poco hemos creado una especie de circuito: aquí cortamos la ropa, ellas cosen las mascarillas, otros cortan la goma y luego hacemos paquetes y envíos». Santi explica que todo esto no sería posible si cada persona no hubiera puesto su granito de arena. «Se me acabó la goma y un amigo mío me la envió, y otro que ahora no utilizaba su furgoneta, se ofreció para repartir las mascarillas. ¡Es una cadena hecha de la solidaridad de todos y todas!

De este modo, han podido dar mascarillas en centros de San Juan de Dios, como Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona, la Fundació Germà Tomàs Canet, Sant Joan de Déu Serveis Socials València, o la Fundació Bayt al-Thaqafa, i también a entidades como Assis o Fundació Arrels.

Más allá de la producción, el proceso es muy bonito: «Son las dos caras de la moneda: las mujeres que cosen ayudan a mucha gente, pero hacerlo también las ayuda a ellas porque sienten que están haciendo algo muy útil con su tiempo». Una de las costureras, Dayana Añez, explica que para ella es muy nuevo: «nunca hubiera pensado que entre todos y todas pudiéramos hacer tanto. Una mascarilla sencilla tiene muchos pasos, pero ver como diferentes personas la hacen posible es muy bonito. «Algunas, incluso, esconden bombones y chocolatinas entre las mascarillas. «Nos hace la vida más dulce… ¡y más en este momento!», dice Dayana.

«De una buena intención ha surgido todo esto y es mucho trabajo», dice Santi. «Pero también hay detalles al día a día que son muy bonitos. Es un festival de emociones», resume.

Esta es una de las historias que forman parte de Las Caras de la Vulnerabilidad. ¡Conócelas todas!

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