Sinhogarismo femenino y tercera edad: la exclusión dentro de la exclusión más severa

Charo Sillero, reponsable del Centre Residencial d'Inclusió de SJD, La LLavor.

Charo Sillero | Directora del CRI La Llavor de Sant Joan de Déu Serveis Socials Barcelona

Hace solo una década que se empezó a hablar de sinhogarismo femenino, a pesar de que esta realidad siempre ha estado presente en nuestras sociedades, porque las mujeres somos la mitad de la población y el sinhogarismo afecta a todas las personas, a pesar de que el femenino es mucho más cruel y se vive oculto.

Desgraciadamente, y después de llevar más de veinte años trabajando con personas que se encuentran sin hogar, veo que esta realidad no tiene aspecto que nos abandone. Es oculta porque las mujeres sin hogar están representadas en un tipo de sinhogarismo que es invisible, viéndose abocadas a sostener diferentes expresiones de violencias para no acabar en la calle, sufriendo la inseguridad de no tener un lugar donde descansar, donde vivir, y alternante sofás de personas conocidas o familiares hasta agotar las pocas redes de apoyo.

Así pues, los mecanismos de supervivencia son considerados también factores de riesgo cuando hablamos de sinhogarismo femenino, puesto que acumulan multitud de traumas, abusos y varias expresiones de violencias que condicionan la salud y el bienestar de las mujeres. A esta invisibilidad querida y necesaria de las mujeres sin hogar, se tiene que sumar la indiferencia de una sociedad patriarcal, donde no las vemos y tampoco las reconocemos.

La carencia de acceso a una vivienda digna, las desigualdades en el mercado de trabajo donde ocupan la mayoría de los trabajos parciales en sectores ya precarios (cuidados, hostelería…), los roles de género tradicionales que oprimen a las mujeres, la multitud de violencias que llevan a las espaldas… evidencian que el sinhogarismo femenino es diferente en cuanto a las características y también a las causas que lo provocan. Si las características y causas son diferentes porque somos diferentes, las respuestas de los sistemas de protección y de los agentes sociales que acompañamos a las mujeres sin hogar tienen que ser también divergentes.

Evidenciamos pues que las mujeres en situación de sin hogar ven vulnerados sus derechos más básicos y son atravesadas por el resto de desigualdades que nos afectan a todas nosotros solo por el hecho de ser mujeres. En función de las intersecciones que atraviesan a las mujeres, la situación puede ser más dramática; el origen, la racialización, la orientación e identidad sexual, la religión, la discapacidad y la edad, entre otras, son factores que pueden acontecer una losa más y son factores adicionales de opresión.

Así pues, la edad es el factor más excluyente a considerar cuando hablamos de mujeres sin hogar; existe una feminización del envejecimiento y las discriminaciones que se derivan son mucho más cruentas ante el binomio “mujer y vejez”, sobre todo en una sociedad machista.

La exclusión del mercado laboral y en la toma de decisiones y participación es evidente, la disminución de la calidad de vida y de la salud (también mental) y la falta de adaptación de los cuidados y del sistema de protección son algunos efectos de esta intersección.

Es por eso que el Programa MALLA atiende mujeres en situación de sin hogar y tiene presente todas estas intersecciones para garantizar una atención individualizada y holística; porque las capacidades y necesidades son diferentes en función de estas intersecciones y requieren recursos y respuestas adecuadas y específicas. Hace apenas un año que, de la mano de las Filles de Sant Josep, nuestra entidad, Sant Joan de Déu Serveis Socials puso en marcha un recurso específico para 15 mujeres sin hogar en edad madura.

La casa AVIDI se convierte en el hogar para mujeres mayores sin hogar, un alojamiento estable y tranquilo, adecuado y íntimo que fomenta la vinculación y la participación con la comunidad próxima y el autocuidado. Un espacio donde 15 mujeres con una edad media de 60 años se recuperan de todas estas opresiones que han vivido a lo largo de sus vidas. Una casa donde aprenden a mirarse a sí mismas, a cuidarse y reconocerse, una casa de sororidad y compañía.

En las sociedades consideradas “avanzadas” tenemos que incluir la pericia y sabiduría de las mujeres mayores y huir de la idea de que se tiene que evitar o rehusar lo que es viejo; la experiencia y la madurez son valores que nos pueden ayudar a construir una sociedad más diversa, participativa y justa. Empezamos a verlas y a considerarlas porque, en el mejor de los casos, dentro de unos años nosotros también podemos estar allá.

Artículo de opinión publicado en Social.cat (en català) el 14 de marzo de 2025.

SÍGUENOS EN NUESTRAS REDES

WordPress Lightbox Plugin
Scroll al inicio
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.