Juanjo Ortega: «Por un 2025 sin miserias»

Juanjo Ortega, director de l'Obra Social de Sant Joan de Déu

Escribo estas líneas pocas horas antes de celebrar una comida de Navidad en la Obra Social San Juan de Dios, compartido entre el personal voluntario y el asalariado. Más que una jornada de fiesta, es de agradecimiento: sin la participación del voluntariado, las entidades del tercer sector tendríamos muchas más debilidades de las que ya sufrimos.

El voluntariado cumple un rol esencial, a veces insustituible por parte de profesionales. Pero como sector esencial que somos, como la educación o la sanidad, no nos podemos permitir que sea el voluntariado el que arregle los platos rotos frente a las emergencias sociales, las cotidianas y las repentinas. Lo hemos visto en Valencia, donde miles de personas, jóvenes en gran parte, se han dejado la piel mientras teníamos los servicios públicos colapsados o inactivos. La miseria sufrida por la población se ha encontrado con la miseria de quien tendría que prevenir y resolver estas catástrofes.

En Los Miserables, de Victor Hugo, Valjean es condenado por un pequeño robo de pan que tenía por objetivo alimentar su familia hambrienta. Después de salir de la prisión y recuperar la libertad, hace un tumbo en su vida para dedicarse en cuerpo y alma a redimirse de su delito y aligerar el sufrimiento de los que más sufren. Es el caso de Cosette, una niña que es abandonada fruto de la desesperación de su madre maltratada por la sociedad, y que acaba siendo explotada por la familia que la acoge. Valjean la adopta y le da todo el amor que necesita, y también ayuda a otras muchas personas que viven miserablemente, mientras el cruel inspector Javert lo sigue asediando y acusando incansablemente en nombre de una justicia abusadora.

La historia de Valjean recuerda la de João Cidade, el fundador de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios. Su delito fue sufrir una crisis emocional y mental, por la que el 1539 fue ingresado (en aquellos tiempos, similar a ser condenado) en un manicomio. Al ser liberado, dedicó su vida a los miserables de su época: los enfermos más desamparados. San Juan de Dios es, quinientos años después, una institución internacional que nació desde el voluntariado.

En Valencia hemos sentido en repetidas ocasiones que “el pueblo salva el pueblo”. Tenemos que celebrar el voluntariado y lo tenemos que potenciar porque es una expresión vivencial de la fraternidad, de la compasión y de la solidaridad, pero no confundamos los roles, también tenemos que exigirnos tener unas administraciones y unos gobiernos que asuman sus responsabilidades para garantizar el bienestar, la seguridad y el desarrollo de todas las personas.

Valencia recuperará parte del que era, pero dejará grandes heridas emocionales que habrá que acompañar y curar. Y lo que volverán a aflorar serán las vulnerabilidades cotidianas de personas que ya sufrían miserias antes de la dana, en Valencia y cualquier otro lugar; personas que sufren soledad y dependencia, personas que no tienen un hogar en condiciones, personas migrantes y pobres que no pueden trabajar por razones administrativas, y tantas otros que, cada día, sufren su particular catástrofe.

Gracias a las personas voluntarias, que nunca fallan, continuarán contando con alguien con quién compartir penurias y alegrías con las entidades sociales, que haremos lo imposible para que tengan oportunidades para salir adelante, y, con todas ellas, para seguir exigiendo a las administraciones que superen sus propias miserias para afrontar con eficacia las de sus ciudadanos.

Traducción del artículo publicado en Social.cat el 7 de enero de 2025

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