La solidaridad de siete colegios de Lleida ciudad junto con el centro para personas con discapacidad o trastornos mentales Sant Joan de Déu de Almacelles ha permitido repartir desde 2013 casi 40.000 raciones de comida que no se había consumido de sus comedores entre leridanos con pocos recursos.
Todos ellos participan en el proyecto No tires comida, aprovechemos los alimentos cocinados, impulsado hace cinco años por la Red de Entidades Cristianas de Acción Caritativa y Social de Lleida y que lidera la Fundació Arrels Sant Ignasi, que además de ayudar a personas con dificultades (unos 4.000 beneficiarios al año) también ha evitado que se tiren a la basura unos 20.000 kilos de comida.
La responsable de Administración de Arrels y coordinadora del proyecto, Pilar Mas, explica que “la valoración que hacemos es muy buena porque, aparte de evitar derrochar alimentos, se colabora con gente que lo pasa mal. Sobre todo el proyecto está dirigido a personas que no tienen medios para cocinar y de esta forma pueden comer mejor, lo cual repercute en su salud”.
Las fiambreras preparadas con la comida no consumida (la que no llega a salir de cocina) en los colegios La Mitjana, Ciutat Jardí, Països Catalans, Francesco Tonucci, Claver y Maristes (que fue el pionero) se transportan a La Botigueta de Arrels para repartirlas entre sus usuarios. Las raciones restantes en el colegio Frederic Godàs y en Sant Joan de Déu se derivan a la Associació de Caritat de Sant Vicenç de Paül. El proyecto no ha dejado de crecer y ya hay conversaciones para incorporar la Escola Alba y la empresa Clece.
La comida congelada en fiambreras es recogida por voluntarios para transportarla a las instalaciones de La Botigueta de Arrels y de la Associació de Caritat de Sant Vicenç de Paül. Entre las dos entidades suman unos cuatro mil beneficiarios al año de esta iniciativa, que permite no sólo que no se tira comida, sino mejorar la alimentación y por lo tanto la salud de las personas con pocos recursos. En principio, los destinatarios son aquellos que no tienen posibilidad de cocinar, aunque en menor proporción también se entregan a familias.
El proyecto cuenta con un protocolo para garantizar la seguridad alimentaria y que incluye formación de la Agència de Salut Pública de Catalunya para los que manipulan la comida. Cada día se envasan y se congelan en los colegios las fiambreras individuales, con una etiqueta que indica el producto que es y la fecha de caducidad, y voluntarios de Arrels las recogen. “Nos dimos cuenta que era muy difícil calcular las raciones exactas y no queríamos tirar la comida, así que decidimos participar”, explica María José Castelló, directora del Frederic Godàs.
La noticia en el Diari Segre (en català).